Gabriela Muñoz

Gabriela Muñoz, cariñosamente conocida como "Gabiota", nació el 17 de mayo de 1970 en San Juan de los Lagos, Jalisco, México. El 20 de febrero de 2025, partió en paz en Mission Hills, California, rodeada del amor de su familia y amigos.

El espíritu de Gabiota brilló con intensidad a través de su amor incondicional y su entrega a su familia. Como madre ejemplar, se distinguía por su carácter amable y su inquebrantable positividad, siempre buscando iluminar con alegría los días de quienes la rodeaban. Aun en momentos de dificultad, su fortaleza era inigualable. Durante su última Navidad, a pesar de la enfermedad, dedicó su corazón a escoger con esmero la ropa de cada miembro de su familia, asegurándose de que el amor fuera el mejor regalo. Nunca olvidaba un cumpleaños, y con un pastel, por más pequeño que fuera, y una vela encendida, celebraba cada nueva vuelta al sol con ternura y cariño.

Su pasión por la cocina era un reflejo de su amor, convirtiendo su hogar en un santuario de aromas y sabores inigualables. Gabriela tenía el don de transformar simples ingredientes en recuerdos imborrables, deleitando a su familia con su inigualable pozole y su exquisito flan. Pero su talento no solo se limitaba a la cocina; su voz era un eco de su alma, y la música llenaba su vida de gozo. Cantaba con devoción los himnos de sus artistas cristianos favoritos, como Marino, Jesús Adrián Romero y Marcela Gándara, dejando que cada nota expresara el amor y la fe que llevaba dentro.

Por encima de todo, Gabriela amaba profundamente a su familia. Su mayor orgullo y felicidad fueron sus hijos: Ángel Gabriel Muñoz, Jesús Muñoz y Joseph Muñoz, a quienes vio crecer con admiración y satisfacción. Su amor también fue un refugio para su esposo, Luis Muñoz Suárez, con quien compartió una vida llena de sonrisas y momentos inolvidables.

Hoy se reúne en la eternidad con sus amados padres, Manuel Romero Pinto y María de Jesús Martín de Anda, y su querido hermano, Ricardo Romero Martín. Pero su luz no se apaga, pues deja un legado de amor y calidez que vivirá por siempre en los corazones de quienes tuvieron el privilegio de conocerla. Su espíritu radiante, su bondad infinita y su alegría inquebrantable serán extrañados profundamente, pero jamás olvidados.